La doctora  (Zaragoza, 1951) ha trabajado durante más de 40 años en el Hospital Clínico de Zaragoza hasta su jubilación, el pasado mes de junio.

La doctora Emilia Civeira (Zaragoza, 1951) ha trabajado durante más de 40 años en el Hospital Clínico de Zaragoza hasta su jubilación, el pasado mes de junio. Casada y madre de dos hijas, que también son médicos, y abuela de un nieto, Civeira continúa con una intensa actividad en el mundo del voluntariado.

-Su dedicación a la Medicina, ¿viene de tradición familiar?
-El primer médico de mi familia fue mi padre. Antes, no había tradición. Mi padre era un hombre muy vocacional, le veíamos trabajar y, finalmente, de 7 hijos, 5 nos hicimos médicos. Realmente la tradición viene ahora: uno de mis hermanos tiene 3 hijos médicos, y yo 2 hijas que también lo son.

-Ha vivido su profesión intensamente…
-Nací en el 51 y empecé la carrera en el año 68, lo cual quiere decir que viví mi juventud en las épocas posiblemente más interesantes de la vida española, sobre todo siendo mujer, y es algo que agradezco a mi padre por encima de todo. Mi madre murió cuando yo tenía 16 años y yo era la mayor de 7 hermanos.

-¿Le resultó muy difícil realizar sus estudios?
-En principio, lo que socialmente ‘pegaba’ es que me quedara a cuidar a mis hermanos y a mi padre en casa. Sin embargo, mi padre me dijo que si quería ir a la universidad debía hacerlo. Para mí fue un reto, primero importante porque entonces éramos muy pocas mujeres en la facultad, aunque ahora esto suena raro, con una educación estricta, con la idea de que la mujer tenía que estar en casa.

-Su generación rompió con lo establecido…
-Fuimos pioneras en salir al mundo laboral con todas las reivindicaciones que eso supone. Creo que muchas veces eso no se ha dicho suficientemente. Somos una generación que ha luchado muchísimo por la igualdad desde el ejemplo. No predicábamos mucho pero si dábamos ejemplo, en todas partes defendíamos nuestra propuesta.

-¿Qué hizo después, al terminar la carrera?
-Coincidió que, al finalizar los estudios, comenzaba su actividad el nuevo Hospital Clínico Universitario y entonces apareció en España una especialidad nueva que era la Medicina Intensiva, y que aquí no existía. Se había iniciado unos años antes en Alemania pero realmente, en España, las primeras unidades de intensivos se crearon en en mi generación.

-Y desde entonces, ¿siempre se ha dedicado a la Medicina Intensiva?
-Para mí fue un reto siendo tan joven, entonces tenía 24 años, iniciar algo tan interesante como ha sido la Medicina Intensiva. Me ha apasionado y le he dedicado mi vida a las ucis, y he participado mucho en el desarrollo de las unidades de intensivos en España, en la Sociedad Española de Intensivos, he presidido varias comisiones y he sido un miembro muy activo desde el principio.

-Hasta su jubliación…
-He hecho guardias hasta el final. A los 55 años te puedes jubilar de guardias pero yo hice guardia el día 23 de junio y el día 24 por la mañana me jubilé. Pensaba que iba a tener un sufrimiento enorme al dejar la vida profesional porque ha sido mi vida durante tantos años… Pero realmente he descubierto un mundo nuevo al jubilarme. Siempre he estado muy metida en labores solidarias, y durante toda mi vida profesional me ha impresionado mucho el tema de la ancianidad y de la muerte. Pertenezco a la asociación Seniors en Red, en la que nos ocupamos de intentar paliar la soledad de las personas mayores. Vamos a residencias de ancianos, a ser amigos, a sacar a pasear y a tomar café con ancianos que están solos y no tienen familia.

-Usted es una gran defensora de la autonomía de la persona enferma ante la muerte…
-Es otro de los temas que siempre me ha interesado tratar. He dado bastantes charlas. A las personas enfermas y a sus familiares les ayuda muchísimo explicarles lo que va a pasar, cómo va a pasar y que no se preocupen de cosas que no se tienen que preocupar.

-Su paso por la Hospital Clínico ha dejado huella…
-He sido muy defensora de la sanidad pública siempre, he trabajado mucho por ella y creo que he dejado un recuerdo bueno. Me he dedicado mucho a los enfermos; a los estudiantes, a los que he enseñado todo lo que he podido enseñar, he defendido mucho que las cosas se hagan bien y esas huellas siempre quedan. El balance profesional es positivo y pienso seguir devolviendo a la sociedad lo que pueda en este terreno y en las cosas nuevas que puedan surgir.